
Álava vuelve a ser humillada. Una vez más. Y el autor de esta ofensa no es otro que el lehendakari Imanol Pradales, que en su última entrevista en El Diario Vasco se quitó la careta para mostrar, sin pudor, su apuesta clara y rotunda por Ezkio-Itsaso como conexión de la Y vasca con Navarra. Un despropósito técnico, económico y estratégico que, en su arrogancia, ni siquiera permite debatir dentro de su partido. Prohibido hablar del tema. Ni en Álava, ni en Gipuzkoa. Solo se admite el dogma vizcaino-gipuzkoano de Ezkio. Lo demás, silencio.
¿Y Álava? Silenciada. Marginada. Condenada.
El escándalo de la Y vasca: sobrecoste, despilfarro y desprecio
La Y vasca, ese símbolo de la supuesta modernidad vasca, se ha convertido en una obra faraónica de gestión pésima y favoritismos descarados. Su presupuesto inicial de 3.000 millones se ha disparado hasta superar los 5.700 millones… ¡y todavía no ha terminado! ¿Cuánto más nos costará esta fiesta ajena a los intereses alaveses? ¿7.000 millones? ¿8.000? ¿A cambio de qué?
Ese dinero que se sigue drenando podría haberse invertido en mejorar la sanidad pública, en arreglar colegios, en hacer carreteras decentes en la Llanada o en revitalizar la industria. Pero no. Hay que meterlo todo en una obra con estaciones fantasmas como la de Ezkio, sin apenas población, pero con el respaldo incondicional del PNV porque, claro, es Gipuzkoa.
El nudo de Arkaute: retrasos por castigo
La adjudicación y ejecución del nudo de Arkaute es otro monumento al desprecio del Gobierno Vasco hacia Álava. Sin ese nudo, Álava no podrá conectarse a la alta velocidad ni en 2028… ni en 2030. Vamos camino de tener una línea de alta velocidad que nos pasará por al lado… sin parar. Literal.
¿Motivos del retraso? Oscuros, turbios, inconfesables. Todo apunta a que no interesa priorizar nada en Álava. Mejor meter las obras en una lista de espera eterna, sin urgencia, sin voluntad política. Porque claro, cuando los votos en Álava no son nacionalistas, entonces el castigo es automático.
Inversiones: Bizkaia y Gipuzkoa se lo llevan todo
No es una percepción. Es un hecho. Bizkaia y Gipuzkoa concentran la mayoría de las inversiones del Gobierno Vasco. Tranvías, estaciones, centros de innovación, nuevas conexiones de transporte, puertos, carreteras. ¿Y Álava? Con suerte, una rotonda. Quizás una promesa vacía cada cuatro años.
Basta con mirar las cifras. Mientras en Gipuzkoa se restauran estaciones con presupuestos millonarios y en Bizkaia se lanza un plan de movilidad metropolitano con cientos de millones, en Álava seguimos esperando que se arregle el acceso al aeropuerto de Foronda o que se mejore el transporte público más allá de Vitoria. Ni está ni se le espera.
Foronda: la joya ignorada
Y hablando de Foronda… ¿quién decide dejar morir uno de los aeropuertos con más potencial de carga del norte de España? El mismo Gobierno que ha convertido Loiu en el niño mimado. El mismo que prefiere subvencionar vuelos desde Donostia antes que potenciar la logística en Foronda.
Foronda podría ser un hub de mercancías internacional. Pero no interesa. No está en el territorio adecuado. No da rédito político al nacionalismo. Así que se deja morir lentamente mientras se llena la boca hablando de equilibrio territorial.
¿Qué pinta Álava en esta Euskadi?
La pregunta que muchos nos hacemos, cada vez más en voz alta, es: ¿qué sentido tiene seguir formando parte de esta Euskadi dirigida por el PNV y sostenida por un PSOE cómplice? Un PSOE que se traga sin rechistar cada atropello a los intereses alaveses. ¿Tiene sentido seguir bajo un paraguas que solo nos moja? ¿De qué nos sirve ser “vascos” si se nos trata como ciudadanos de segunda?
Álava merece respeto. Merece inversiones, infraestructuras, atención política. Merece voz y voto en las decisiones clave. Y si el PNV y sus socios siguen tratándonos como una molestia, quizás es hora de pensar si este modelo territorial nos representa o si necesitamos levantar la voz y buscar otro camino.
Álava no es menos. Nos han hecho sentir como el patito feo del País Vasco, pero la culpa no es nuestra. Es de quienes desde Ajuria Enea y Sabin Etxea deciden, una y otra vez, que aquí no se invierte, no se escucha y no se decide.
Es hora de despertar. De indignarse. Y de actuar.
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