¿Es la Agenda 2030 el camino a la quiebra de las empresas europeas?

Llevan años levantando sus empresa con esfuerzo, superando crisis y adaptándose a un mercado cada vez más exigente. Pero ahora se enfrentan a un reto que les hace cuestionar seriamente si merece la pena seguir luchando en España. Las políticas radicales de la Agenda 2030, implementadas por la Unión Europea con una rigidez que roza lo absurdo, están convirtiendo el sueño de muchos empresarios en una auténtica pesadilla.

El caso de Maersk abandonando el Puerto de Algeciras por Tánger-Med es el último síntoma de una enfermedad que Europa parece empeñada en ignorar. Marruecos, sin las restricciones asfixiantes del sistema ETS (Emissions Trading System) ni los costes desbordados que enfrentamos aquí, está seduciendo a empresas que no pueden permitirse seguir operando bajo las condiciones impuestas por Bruselas. Y no hablemos de la falta de infraestructuras en España: mientras Marruecos construye vías rápidas y modernas, nosotros seguimos con trenes que parecen salidos del siglo XIX.

La trampa de los costes crecientes

Desde que Pedro Sánchez llegó al poder, los costes empresariales no han hecho más que dispararse. Según datos recientes, las pymes han visto aumentar sus costes operativos en un 27% en los últimos cinco años, y solo el incremento del SMI ha elevado un 18,1% los costes laborales​ hay que añadir la subida constante de impuestos y las exigencias medioambientales desproporcionadas, que colocan a España en clara desventaja frente a países como Marruecos, donde la flexibilidad laboral y fiscal atrae inversiones como un imán.

¿Cómo competir contra eso? No es que las empresas españolas quieran eludir sus responsabilidades con el medio ambiente, pero no pueden asumir a solas el coste de salvar el planeta. Mientras aquí los exprimen con normativas y tasas, Marruecos y otros países siguen contaminando sin rendir cuentas. Y, al final, el CO₂ sigue en la atmósfera, pero con un detalle: el empleo y la riqueza ya no están aquí, sino allá.

Un futuro que se tambalea

Ver a empresas como Maersk marcharse no es solo una mala noticia para Algeciras, es un reflejo de lo que puede ocurrir a mayor escala si no reaccionamos. La deslocalización se está convirtiendo en la única tabla de salvación para muchas compañías que simplemente no pueden permitirse seguir operando en Europa. Cada día que pasa sin que el Gobierno y la UE tomen medidas reales para equilibrar estas políticas, más empresarios se plantean seguir el mismo camino.

¿Es eso lo que queremos? Porque las consecuencias son claras: menos empleo, menos riqueza, y un tejido empresarial que se desmorona mientras los países vecinos prosperan a nuestra costa.

¿Es sostenible asfixiar a las empresas?

La sostenibilidad no puede ser sinónimo de suicidio económico. Si Europa quiere liderar el cambio hacia un modelo más verde, debe hacerlo sin destruir su competitividad. Es urgente:

  • Revisar las normativas como el ETS, adaptándolas para que no perjudiquen de manera desproporcionada a los países del sur de Europa.
  • Reducir la carga fiscal y burocrática que soportan las empresas, permitiéndoles invertir en innovación y sostenibilidad sin asfixiarse financieramente.
  • Fomentar infraestructuras modernas que igualen las oportunidades de nuestros puertos e industrias frente a competidores externos.

Los empresarios no quieren abandonar España, pero si las reglas del juego no cambian, no tendran más remedio. No se trata de falta de compromiso, sino de simple supervivencia.

Reflexión final

Europa debe despertar antes de que sea demasiado tarde. La Agenda 2030 tiene objetivos loables, pero su implementación actual está destruyendo el tejido productivo de países como el nuestro. Es hora de replantear las prioridades y de entender que, sin empresas fuertes y competitivas, no hay economía, no hay empleo y no hay futuro.

De lo contrario, Marruecos no será la excepción, sino la regla, y Europa se quedará mirando cómo su prosperidad se evapora. ¿Hasta cuándo soportaremos esta situación? Es la pregunta que todos los empresarios nos hacemos hoy.

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