Es increíble cómo los logros de Tuvisa este año, con récord tras récord en usuarios, pueden convertirse en una amenaza para el transporte público en Vitoria. Más de 14,5 millones de pasajeros en 2024, un crecimiento del 7% respecto al año pasado y un octubre histórico con 1,7 millones de viajes. ¿El secreto? Un billete accesible gracias a los descuentos del 50% y una frecuencia de autobuses que realmente se ajusta a las necesidades de los usuarios.
Pero aquí viene la gran pregunta: ¿Qué pasa cuando desaparecen las subvenciones? Porque, aunque todos aplaudamos las cifras, nadie se atreve a hablar de la sostenibilidad de este modelo. El Gobierno central podría retirar la bonificación del 30%, y con ello, los precios de los billetes podrían duplicarse. ¿Es razonable que quienes han encontrado en el transporte público una opción accesible y sostenible tengan que volver al coche o a caminar largas distancias?
El problema no son los autobuses eléctricos, es la falta de planificación
Nos venden que el éxito de Tuvisa se debe a los nuevos autobuses eléctricos (BEI) y a la modernización de la flota. Y sí, claro que estos avances son positivos. Pero seamos realistas: el factor decisivo para que la gente elija el autobús no es el BEI ni la sostenibilidad, es el precio barato y la frecuencia de paso.
La verdadera razón de este auge no está en los vehículos, sino en un modelo de transporte que, al menos por ahora, es asequible y eficiente. Entonces, ¿por qué no garantizar que los precios sigan siendo competitivos?
Es inaudito que, sabiendo que el bajo coste es el motor del éxito, el Ayuntamiento no tenga un plan claro para mantener estos precios. ¿Qué pasará si la subvención desaparece? El billete subiría un 100%, afectando directamente a los usuarios más vulnerables: trabajadores, estudiantes y familias que no pueden permitirse pagar más.
¿Por qué nadie habla de la viabilidad económica de Tuvisa?
Otro punto preocupante: no hay datos claros sobre si Tuvisa es sostenible económicamente. ¿Estamos ante un modelo que puede mantenerse en el tiempo o simplemente se está parcheando con subvenciones? El aumento en el número de pasajeros no es garantía de beneficios, y la falta de información sobre la rentabilidad del transporte público en Vitoria genera muchas dudas.
Los responsables de movilidad tienen la obligación de ser transparentes y pensar en soluciones a largo plazo. ¿Por qué no proponen un modelo de financiación que mantenga el precio bajo sin depender exclusivamente de las subvenciones? Es frustrante ver cómo las decisiones se toman con visión cortoplacista, ignorando el impacto en la ciudadanía.
No todo es BEI y autobuses eléctricos: los usuarios merecen más
Se habla mucho de la modernización de la flota, de los nuevos autobuses eléctricos y del impacto ambiental. Pero lo cierto es que la mayoría de los usuarios eligen el autobús porque es barato y eficiente, no porque sea eléctrico. Los responsables políticos parecen más interesados en las fotos de inauguraciones que en mantener un servicio accesible para todos.
Si realmente les importa el transporte público, deberían centrarse en mantener un precio asequible como política estable, no como algo condicionado por ayudas que pueden desaparecer de un día para otro.
El enfado de los usuarios es más que justificado
Es normal que los usuarios estén preocupados. Si las tarifas suben un 100%, mucha gente se verá obligada a dejar de usar el transporte público. Esto no solo afectará a sus bolsillos, sino también al medio ambiente y a la movilidad en la ciudad. Es indignante que los responsables no tengan una planificación clara para evitarlo.
Conclusión: Menos anuncios y más soluciones reales
El récord de pasajeros de Tuvisa es un logro que debería celebrarse, pero también es un recordatorio de que el transporte público funciona cuando es accesible para todos. No se puede depender eternamente de las subvenciones, pero tampoco se puede abandonar a los usuarios a su suerte.
Los políticos tienen que ponerse las pilas, dejar de improvisar y garantizar un modelo que sea sostenible y asequible a largo plazo. De lo contrario, estarán condenando a miles de vitorianos a volver al coche o a resignarse a trayectos imposibles.
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