En el gran teatro de la política española, donde la verdad a menudo se disfraza mejor que en el carnaval de Venecia, tenemos a un ilusionista de primera: Pedro Sánchez y su fiel compañía, el PSOE. Con una maestría digna de Houdini, han convertido el engaño en un arte, la manipulación en una política de Estado y la ambición de poder en el guion de una tragicomedia que ni Lope de Vega hubiera imaginado.
Ah, Pedro, maestro de la prestidigitación política, capaz de hacer desaparecer promesas electorales con un chasquido de dedos y de transformar la realidad con el mero parpadeo de sus ojos soñadores. «No pactaremos con los independentistas», decía, y uno casi puede escuchar las carcajadas de los espectadores al fondo de la sala. ¿Acaso no sabemos que en el diccionario del PSOE, «no» es solo una forma más poética de decir «depende de cómo sople el viento electoral»?
Y qué decir de la economía, ese pequeño detalle que a veces se olvida entre tanta retórica. «No subiremos los impuestos», prometían con la solemnidad de un juramento ante notario. Claro que no, si entendemos «no subir» como un eufemismo para «reajustar creativamente». Después de todo, ¿qué es un poco más de presión fiscal entre amigos? Solo un ligero masaje a nuestros ya exhaustos bolsillos.
Pero donde realmente brilla nuestra estrella es en el acto de escapismo legal. Con la habilidad de un Houdini, el PSOE ha sabido sortear los límites de la legalidad con la gracia de un felino, rozando lo ilegal con la delicadeza de un pincel sobre un lienzo. «¿Qué es la ley sino un pequeño obstáculo en el camino hacia la grandeza?», parecen susurrar desde los carteles electorales.
Y no olvidemos a la entusiasta claque, esos seguidores del PSOE que aplauden cada truco, cada acto de desaparición de la ética, cada transformación de la realidad. Su fe ciega es digna de un estudio sociológico, un fenómeno psicológico que dejaría perplejo al mismísimo Freud. «¿Engaños? ¿Qué engaños? ¡Arte puro!», exclaman mientras la nave del Estado navega por las procelosas aguas de la alternativa factual.
En fin, queridos conciudadanos, la función debe continuar. Asegúrense de tener sus entradas para la próxima sesión, porque algo nos dice que el espectáculo de Sánchez y su troupe está lejos de bajar el telón. Y mientras tanto, no olviden revisar sus carteras, porque en este teatro, el precio de la entrada sube tan sigilosamente como las promesas se esfuman. ¡Un aplauso, por favor, para el gran ilusionista y su incansable equipo de asistentes!