Vitoria está en un punto crítico, pero no por falta de recursos. En 2024, España ha alcanzado cifras históricas en recaudación de impuestos, con un 3,7% más que el año anterior, superando los 200.000 millones de euros
Sin embargo, en lugar de traducirse en mejoras palpables, las administraciones locales, encabezadas por el PSE, PNV y EH Bildu, planean incrementar aún más los impuestos en nuestra ciudad. ¿El resultado? Subidas que van desde el 5% hasta el 80%, sin que los ciudadanos veamos un verdadero progreso. Es como si se nos pidiera más mientras recibimos menos. ¿Dónde está el Vitoria que nos prometieron?
Este incremento en la presión fiscal no solo es una decisión incomprensible, sino profundamente injusta. Nuestra ciudad parece detenida en el tiempo: seguimos con autobuses que han superado las dos décadas de uso, un transporte público anticuado y poco eficiente. Las calles están sucias, los índices de inseguridad van en aumento, y el panorama urbano está plagado de obras interminables que parecen no tener fin ni propósito claro. Si bien es cierto que los impuestos son necesarios para el buen funcionamiento de los servicios públicos, ¿es razonable exigir tanto a los ciudadanos cuando las mejoras brillan por su ausencia?
La OTA, que debería haber aliviado los problemas de aparcamiento, se ha convertido en una fuente de frustración para muchos. Aparcar en Vitoria es una auténtica odisea, con zonas azules que se multiplican y opciones cada vez más limitadas para los residentes. Las subidas en los impuestos a los vehículos y el estacionamiento no hacen más que complicar la vida de quienes dependen de sus coches para moverse por la ciudad.
Y mientras tanto, EH Bildu se convierte en el socio económico clave del PSE y el PNV en este nuevo asalto fiscal. Estas formaciones, que ya disfrutan de unos ingresos sin precedentes gracias a la recaudación récord a nivel nacional, ahora planean extraer aún más de los bolsillos de los vitorianos sin ofrecer respuestas claras sobre a dónde va ese dinero. No hay inversión visible en infraestructuras, ni en seguridad, ni en servicios esenciales. Nos piden que confiemos en que este sacrificio fiscal servirá para algo, pero después de años de promesas incumplidas, la desconfianza es inevitable.
Es doloroso ver cómo una ciudad con tanto potencial ha caído en el abandono. Los ciudadanos nos preguntamos: ¿Dónde están las mejoras prometidas? ¿Por qué seguimos pagando más, cuando todo a nuestro alrededor sigue igual o, peor aún, empeora? La subida del 80% en la tasa de basuras, por ejemplo, es un ataque directo al bolsillo de las familias, quienes ya soportan una inflación que ha encarecido el coste de vida. ¿Es justo que se nos exija cubrir completamente los gastos de un servicio esencial, cuando el estado de nuestras calles y barrios sigue en declive?
Este malestar va más allá del aspecto económico: es un sentimiento de abandono. Vitoria parece estar quedándose atrás, mientras el dinero que se recauda desaparece en el laberinto de la burocracia. La opacidad de las administraciones locales alimenta la frustración. Si no se invierte de manera clara y eficiente, si no se mejora la calidad de vida de los ciudadanos, ¿para qué sirven estos aumentos desproporcionados?
Nos encontramos ante una ciudad donde el esfuerzo de sus habitantes no se ve recompensado. ¿Hasta cuándo vamos a seguir aceptando esto? Si se nos pide contribuir más, es justo que exijamos una rendición de cuentas por parte de quienes gestionan nuestros recursos. Necesitamos soluciones reales, transparencia en la gestión de los fondos públicos y un plan concreto para revitalizar Vitoria.
No se trata solo de dinero, sino de dignidad. Los ciudadanos no merecemos ser meros contribuyentes en una ciudad que parece haber olvidado su propósito de servirnos. Es hora de exigir respuestas y un cambio de rumbo. Vitoria merece más que impuestos desproporcionados: merece una gestión a la altura de su gente.
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