Después de años de crisis migratoria y políticas fallidas, Europa ha reconocido el gran problema que su sistema migratorio ha causado. La tolerancia prolongada a la inmigración ilegal no solo ha desbordado las capacidades de nuestros países, sino que también ha generado bolsas de marginalidad y desesperación que han terminado afectando tanto a los migrantes como a nuestras propias comunidades.
Las deportaciones masivas, aunque una medida drástica, representan un paso inevitable para disuadir la inmigración ilegal. Sin embargo, estas acciones no son suficientes por sí solas. Europa no puede simplemente cerrar sus fronteras de golpe. Lo que necesitamos es una migración formal y regulada, basada en las necesidades reales de cada país, y con una mirada hacia el futuro.
Parte de la solución reside en ofrecer formación adecuada, tanto en los países de origen como aquí en Europa, para que los migrantes que lleguen lo hagan de manera legal, preparados y con oportunidades claras. Esto no solo reduce la presión migratoria, sino que también asegura que aquellos que vienen a Europa lo hagan con herramientas para integrarse y prosperar.
Europa debe aprender de sus errores. No podemos permitir que la crisis se prolongue. Un continente fuerte es un continente que gestiona su migración con responsabilidad, humanidad y firmeza. El futuro de Europa depende de ello.
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