¿Qué está pasando en Vitoria? El aumento de la inseguridad nos está dejando indefensos

Vitoria ya no es lo que era. Una ciudad tranquila, acogedora, donde pasear por la calle no suponía un acto de valentía. Ahora, cada día nos levantamos con noticias de robos, agresiones y delitos que parecen no tener fin. Y mientras tanto, ¿qué hacen nuestras instituciones? Nada. Miras alrededor y todo sigue igual. Propuestas vacías, promesas incumplidas y, lo peor, un silencio ensordecedor que nos deja solos frente al problema.

Un repunte de la delincuencia sin precedentes

Casi 50 delitos al día. Sí, leíste bien. Estamos hablando de robos violentos, agresiones sexuales y un clima de inseguridad que no perdona. ¿Cómo hemos llegado a esto? Se nos dijo que regularizar a miles de inmigrantes ilegales sería la solución. Pero aquí estamos, viendo cómo muchos de estos colectivos desarraigados, sin medios ni intención de integrarse, engrosan las cifras de delincuencia. ¿Es esto racismo? No, es mirar de frente a la realidad.

Hay un choque cultural enorme que no se puede ignorar. Vienen sin conocer nuestras normas, y algunos simplemente no quieren adaptarse. Pero lo más preocupante no es eso: es que nuestras instituciones prefieren mirar hacia otro lado. Mientras los delincuentes, nacionales o extranjeros, campan a sus anchas, nosotros vivimos con miedo.

¿Quién protege a nuestras familias?

Hablemos claro: ¿quién no siente un nudo en el estómago cuando su hija, esposa o madre sale a la calle? ¿Cuántos padres y maridos viven con angustia cada vez que sus seres queridos salen a hacer algo tan cotidiano como caminar por su barrio? Es inaceptable que salir de casa se haya convertido en un riesgo.

La empatía no está en las instituciones, y mucho menos en esa parte de la sociedad que todo lo justifica en nombre de un buenismo absurdo. ¿Qué les decimos a esas familias destrozadas por la violencia? ¿Que es «cuestión de tiempo» para que estos desarraigados se adapten?

Impunidad y falta de acción: el cóctel perfecto para el desastre

La delincuencia está en auge porque no hay consecuencias reales. Los recursos policiales son insuficientes, y los juzgados están tan saturados que muchos delitos menores se archivan antes de que las víctimas puedan siquiera pronunciarse. Si el sistema no castiga al culpable, ¿cómo esperamos que las cosas cambien?

Y no, esto no se soluciona regularizando a todo el mundo como si mágicamente fueran a encontrar trabajo y adaptarse. El problema no es solo legal: es estructural, de valores y de recursos. Hay que endurecer las penas, aumentar los efectivos policiales y garantizar que cualquier delito, sin importar quién lo cometa, se pague.

Instituciones paralizadas y un buenismo que nos hunde

Las instituciones, una vez más, se dedican a hablar sin actuar. Planes conjuntos, promesas de patrullas mixtas, pero, al final, todo se queda en titulares para calmar a los votantes. Y mientras tanto, el ciudadano de a pie, el que paga sus impuestos y solo quiere vivir tranquilo, sigue esperando soluciones reales.

¿Y qué decir del buenismo? Ese discurso que nos llama intolerantes por señalar los problemas. Esa parte de la sociedad que cree que la solución está en abrir más puertas y cerrar más ojos. Su ceguera nos está llevando al abismo. Porque no se puede integrar a quien no quiere respetar nuestras normas ni adaptarse a nuestra forma de vida.

¿Qué necesitamos?

  • Recursos reales: Más policías, más medios, más seguridad en las calles.
  • Justicia contundente: Penas que disuadan y una justicia que no se deje vencer por la saturación.
  • Tolerancia cero: Contra los delitos, vengan de quien vengan. Aquí no importa la nacionalidad, sino el respeto por la ley y por la convivencia.

Reflexión final

Vitoria no puede seguir así. No podemos vivir con miedo ni permitir que el problema crezca mientras las instituciones se lavan las manos. Es hora de exigir responsabilidad, actuar con firmeza y dejar atrás un buenismo que nos está destruyendo como sociedad.

Si tú también estás cansado de vivir con miedo, de ver cómo la inseguridad sigue creciendo mientras las soluciones no llegan, alza la voz. Porque solo con una sociedad consciente y firme lograremos recuperar nuestra ciudad.

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