
La reciente agresión con arma blanca a un menor en el parque de Arriaga no es un hecho aislado. Es un síntoma más de una enfermedad social que se extiende imparable por nuestras calles, barrios y plazas. Vitoria-Gasteiz, una ciudad que antes era sinónimo de tranquilidad y convivencia, se ha convertido en un espacio donde la delincuencia campa a sus anchas, y lo peor: con la complicidad pasiva de nuestras instituciones.
Importando inseguridad sin control
Mientras las autoridades locales, autonómicas y nacionales siguen vendiendo discursos buenistas, la realidad nos golpea cada día con más fuerza. Se están importando personas sin el más mínimo control de antecedentes, integración o perfil social. Y lo que estamos viendo es el resultado directo de esas políticas irresponsables: bandas latinas, musulmanas radicalizadas, georgianos especializados en el robo…, todos perfectamente identificados por las Fuerzas de Seguridad y, sin embargo, moviéndose con impunidad por nuestras calles.
¿Dónde están los controles? ¿Dónde está la voluntad de proteger a los vecinos? ¿Qué sentido tiene seguir “repartiendo papeles” a quien no quiere integrarse, mientras el ciudadano de a pie teme salir de casa al anochecer?
Una justicia que ampara al delincuente
La situación no mejora cuando esos individuos son detenidos. Al contrario: muchos cuentan con larguísimos historiales delictivos, robos, agresiones, abusos… Y sin embargo, siguen aquí. No se les deporta, no se les retira el permiso de residencia, ni se les pone freno.
¿Para qué sirve una justicia que no protege? ¿Qué sentido tiene una ley que deja a los culpables libres y condena a las víctimas al miedo?
El abandono de las Fuerzas de Seguridad
La Ertzaintza y la Policía Local tienen identificados a muchos de estos delincuentes habituales, pero no cuentan con órdenes políticas claras para actuar con contundencia. Hay zonas de la ciudad donde los vecinos sienten que están solos, donde ya no hay patrullas, y donde las bandas juveniles marcan su ley.
Esa permisividad, esa inacción, es una traición directa a la ciudadanía decente que cumple con sus obligaciones, que trabaja, que paga impuestos, y que ahora vive encerrada mientras los agresores disfrutan de impunidad.
Los que más sufren: nuestros hijos y nuestros mayores
No hay nada más doloroso para una sociedad que ver a sus menores atacados y a sus mayores atemorizados. Los parques ya no son seguros. Las noches son campo libre para agresiones y robos. Las denuncias por delitos sexuales han aumentado un 121% en un solo año. Los robos con violencia se han disparado un 89%.
Y mientras tanto, desde las instituciones nos piden paciencia, comprensión, tolerancia. Pero ¿tolerancia hacia quién? ¿Hacia los que apuñalan, violan, roban y humillan?
Basta ya de excusas. Exigimos acción.
- Deportación inmediata de delincuentes reincidentes.
- Retirada de residencia a quienes no respetan nuestras normas.
- Refuerzo de la presencia policial real y efectiva en todos los barrios.
- Control riguroso de las nuevas llegadas. España, y Vitoria en particular, no puede ser refugio de quien viene a delinquir.
- Apoyo jurídico y psicológico a las víctimas, no a los agresores.
Conclusión: Vitoria merece volver a ser segura
Vitoria no es una ciudad racista. Pero sí debe ser una ciudad justa y segura. Aquí es bienvenido quien respeta, trabaja y quiere integrarse. Pero no puede haber cabida para quienes vienen a delinquir y romper la paz social.
No estamos hablando de ideología. Estamos hablando de seguridad, de dignidad, de proteger lo que tanto nos ha costado construir. Si los responsables políticos, judiciales y policiales no reaccionan, los vecinos seguiremos siendo las víctimas de su dejadez.
Ha llegado el momento de elegir: o se está del lado de los ciudadanos, o se está del lado de quienes nos agreden.
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