En una sociedad que se autoproclama avanzada, justa y solidaria, resulta inconcebible que cada año 80.000 personas en España mueran en el olvido, sin recibir los cuidados paliativos que podrían darles un final sin sufrimiento. Es una realidad desgarradora que refleja una deuda moral que nuestro país aún no ha sabido o querido saldar. El derecho a morir sin dolor y con dignidad parece haber sido olvidado por quienes tienen en sus manos las riendas del sistema de salud, y la propuesta de eutanasia emerge como una solución rápida, casi desesperada, que enmascara una profunda falta de compromiso con la vida.
¿Por qué en lugar de apostar por un sistema de cuidados paliativos compasivo y eficiente, nuestros gobernantes optan por promover la eutanasia? Es una pregunta que, con razón, genera enfado e indignación. En lugar de ofrecer a nuestros enfermos terminales y crónicos una mano que alivie su dolor, un equipo que les acompañe hasta el último suspiro y la posibilidad de cerrar su vida con paz, se les ofrece la salida más fácil: la muerte. ¿Es esto lo mejor que podemos hacer como sociedad? ¿Es esta la respuesta a su sufrimiento?
El abandono del derecho a una muerte digna
Los datos no mienten. España está a la cola de Europa en cuanto a cuidados paliativos, ocupando un alarmante puesto 31 entre 51 países europeos. Solo disponemos de 0,6 unidades de cuidados paliativos por cada 100.000 habitantes, cuando la recomendación internacional es de dos. Esto significa que miles de personas, especialmente en zonas rurales, viven y mueren sin acceso a los equipos especializados que podrían aliviar su dolor. Castilla-La Mancha, Castilla y León, Aragón… en estas comunidades, la posibilidad de acceder a cuidados domiciliarios es casi inexistente.
Las cifras son tan demoledoras como las historias detrás de ellas. Entre 300.000 y 370.000 personas requieren cada año atención paliativa, y de ellas, unas 135.000 presentan necesidades tan complejas que solo podrían ser atendidas por un equipo multidisciplinar. Sin embargo, menos de un 40% de quienes necesitan cuidados paliativos especializados los reciben. ¿Y el resto? El resto se enfrenta a la angustia del dolor no aliviado, a la soledad de una habitación de hospital y a la impotencia de un sistema que les da la espalda.
Una falsa disyuntiva: vida con dolor o eutanasia
Lo más doloroso de esta realidad es que parece haber calado en los dirigentes políticos la idea de que la única solución para quienes sufren es la eutanasia. En lugar de invertir en mejorar la calidad de vida de nuestros mayores y enfermos, en lugar de crear una red sólida de atención paliativa que llegue a todos los rincones del país, la eutanasia se promueve como una salida rápida. Pero esta no es la única ni la mejor respuesta.
Los cuidados paliativos no buscan prolongar la vida de manera artificial. Su objetivo es ofrecer una vida sin dolor, con dignidad, hasta el último momento. Hablamos de un enfoque integral que aborda no solo el dolor físico, sino también el sufrimiento emocional, psicológico y social que acompaña a una enfermedad terminal. Se trata de un derecho humano básico, y sin embargo, en España se sigue ignorando en demasiados casos.
¿Dónde está la ética en proponer la muerte antes que la compasión? La eutanasia, por más que se presente como un acto de liberación, no debería ser el primer recurso. Los enfermos terminales no deberían tener que elegir entre vivir con dolor o morir. Deberían tener el derecho a vivir sus últimos días sin sufrimiento, rodeados de atención y cuidado.
Una llamada urgente a la acción
Lo que necesitamos con urgencia es un cambio en las prioridades de nuestro sistema de salud y de nuestros responsables políticos. Invertir en cuidados paliativos no solo aliviaría el sufrimiento de miles de personas, sino que también supondría un ahorro económico a largo plazo. Un sistema que cuida y acompaña en lugar de medicalizar en exceso o saturar los hospitales con procedimientos innecesarios es más eficiente y humano.
Pero más allá de los números, estamos hablando de humanidad, de justicia y de dignidad. ¿Cómo podemos llamarnos una sociedad avanzada cuando permitimos que los más vulnerables mueran en condiciones indignas? La muerte es parte inevitable de la vida, pero cómo llegamos a ella es una cuestión de derechos fundamentales. Morir bien, sin dolor y rodeado de apoyo, no debería depender del azar, ni de dónde vivas, ni de cuántos recursos tengas.
Es momento de exigir una respuesta clara y decidida de nuestros gobernantes. No podemos seguir permitiendo que miles de personas mueran en el abandono y el sufrimiento mientras se nos presenta la eutanasia como la única solución. Es hora de exigir cuidados paliativos universales, accesibles y de calidad.
Conclusión: La vida hasta el final, sin dolor y con dignidad
Si algo debemos defender con todas nuestras fuerzas es el derecho a una muerte digna, una muerte sin dolor, una muerte en paz. La eutanasia no es la única respuesta; la verdadera solución es un sistema de cuidados paliativos que permita vivir sin sufrimiento hasta el último suspiro.
Es una cuestión de ética, de compasión y de justicia. Si no luchamos por esto ahora, si no demandamos a nuestros políticos que hagan lo correcto, estaremos fallando no solo a quienes hoy nos necesitan, sino a nosotros mismos y a nuestros seres queridos en el futuro. La muerte llegará para todos, pero depende de nosotros que cuando llegue, lo haga con dignidad.
Exijamos a nuestros líderes que pongan fin a esta injusticia. Invertir en cuidados paliativos es invertir en humanidad. Y no hay nada más importante que eso.
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