La transición acelerada que puede destruir la industria automovilística europea

La Agenda 2030 se nos presentó como una hoja de ruta hacia un futuro más verde y sostenible. Sin embargo, lo que estamos viendo es que esta rápida e implacable implementación está llevando al sector automovilístico europeo a una crisis sin precedentes. Bruselas ha impuesto una agenda que, sin una infraestructura adecuada ni políticas de apoyo contundentes, está ahogando a una de las industrias más cruciales de nuestro continente.

Mientras que EE.UU. y China avanzan en su transición energética, lo hacen con una base sólida. En Washington, se ofrecen subsidios masivos para atraer inversiones, y en Pekín, la dominación del mercado de baterías ha asegurado su liderazgo. Europa, por otro lado, sigue inmersa en regulaciones y restricciones sin haber construido los cimientos para esta transformación. La fuga de capitales es cada vez más evidente, y las empresas europeas están considerando llevar sus inversiones a otros países que sí les proporcionen el apoyo necesario.

Pero, ¿quién está pagando el precio de este desajuste? Los trabajadores. Miles de empleos en riesgo, fábricas que cierran, turnos que se eliminan. Lo que debería haber sido una transición ordenada y justa, se ha convertido en un proceso desastroso que pone en jaque a millones de familias que dependen del sector automovilístico para vivir.

En lugar de enfrentar la realidad, la Comisión Europea sigue abrazando un fanatismo ecológico que ignora las complejidades de la economía global. La transición hacia los vehículos eléctricos es necesaria, sí, pero no a cualquier precio. La falta de control sobre la cadena de suministro de baterías, la dependencia de China y la falta de una red de infraestructuras de carga adecuada están retrasando la adopción masiva de estos vehículos, lo que hace que la industria europea pierda terreno frente a sus competidores.

Es hora de que Bruselas, Madrid y Vitoria despierten. Necesitamos una revisión urgente de nuestras políticas industriales. Se deben implementar ayudas al sector, incentivar la innovación tecnológica y fomentar la inversión en infraestructura. Si no actuamos pronto, la industria automovilística, una de las grandes áreas industriales europeas, estará condenada a la ruina.

Los puestos de trabajo están en juego, así como el futuro económico de Europa. ¿Estamos dispuestos a sacrificar todo esto en nombre de una transición mal planificada? Europa debe repensar su estrategia antes de que sea demasiado tarde.

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